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CASA VERDE

Un elixir para salvarnos del fin del mundo

Cosecha del elixir (agua y aceite) desde un tubo en el tronco del Copaibo.

En el corazón de la Chiquitania hay una isla. Una isla de árboles de Copaibo en un mar verde de bosque nativo. Los gigantes están apretaditos para cuidarse de todo mal, sus guardianes nos cuentan la riqueza de estos árboles más allá de la madera.

23 de julio de 2021

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Lisa Corti

Periodista y fotógrafa

La mañana que Ronaldo vio su chaco cubierto por una manta blanca de rocío congelado, temía lo peor. Cada helada es la premonición de un incendio. Ese fantasma que antes venia cada quinquenio y ahora, les toca la puerta cada año, amenazando no solo sus papayas, sino también los 236 árboles de Copaibo que se refugian en el patio de su comunidad. Ronaldo quiere que el mundo sepa que están firmes para defender a su familia, a esa familia de árboles que no son sagrados pero cuyo elixir ha salvado a la comunidad del COVID que anda rondando y cuyo aprovechamiento sostenible podría ser clave para la lucha contra otro virus llamado cambio climático.

Las heladas se están volviendo más comunes, casi rutina, un beso frio antes del infierno. La comunidad tiene miedo de lo que se puede venir, ya conocen el modus operandi del cambio climático, así iniciaron los incendios de otros años, comenzó a helar, el frío quema las copas de los árboles y tumba las hojas al piso, se secan, se hace grueso el pasto y cualquier chispa es dinamita para el bosque. La comunidad sabe que a pesar de que se prohíban los chaqueos; el clima y el planeta ya están patas arriba.

La comunidad El Rancho donde vive Ronaldo, se encuentra dentro del Territorio Indígena Monte Verde,

50 Km

al monte profundo desde San Javier, en el departamento de Santa Cruz.

La comunidad El Rancho donde vive Ronaldo, se encuentra dentro del Territorio Indígena Monte Verde, 50 km al monte profundo desde San Javier, en el departamento de Santa Cruz (Bolivia). Aquí viven alejados de la ciudad, pero cerca de la naturaleza, 14 familias que pasan los días frescos de verano recolectando su cosecha de papaya, moldeando queso fresco y disfrutando los sonidos del bosque. Los meses fríos, en cambio, cuando visitan las heladas y sequías, se encuentran con un chaco devastado, pero la naturaleza les provee de otros manjares, como el aceite de Copaibo que irónicamente tiene su pico en temporada seca y chorrea del árbol casi en exceso, dejando una mancha, anunciando que lo extraigan, que lo cosechen, que lo aprovechen antes que llegue un incendio.

Patricia Patiño, directora de la organización no gubernamental Apoyo Para el Campesino-indígena del Oriente Boliviano, (APCOB), visita y trabaja directamente con la comunidad desde hace varios puñados de años.  Detalla que en un censo realizado por la organización, quedaron sorprendidos al encontrar dos especies de Copaibos (Copaifera langsdorffii & Copaifera reticulata), ambos con potencialidades para ser aprovechados para la extracción de recursos no maderables. Otra particularidad que reveló el censo, es que la generosidad de los árboles permite realizar cosechas mayores en comparación a otros lugares. En otras comunidades, como Río Blanco, se extraen 60 ml de aceite por mes, mientras que El Rancho, la cosecha de aceite de copaibo llega de 3 a 4 litros o más, en temporada seca.

Acorralados por las presiones del crecimiento, la frontera agrícola y los tentáculos del cambio de suelo, este oasis de Copaibos y reserva comunal, tiene una particularidad: nunca se han censado tantos Copaibos tan cerca el uno del otro, abrazados en el bosque sin necesidad de distanciamiento físico. Nadie sabe por qué hay tantos árboles juntos. Pero los comunarios sonríen y les agradecen a unos chanchos troperos silvestres que cada año vienen a disfrutar el manjar de los frutos y dejan las semillas en el camino que luego brotan y se va aumentando la familia de Copaibos.

El aprovechamiento de este elixir que nace del corazón del árbol es una alternativa de ingresos en lugar de la madera. Se extrae el aceite y agua sin dañar el árbol ni la naturaleza. Así lo explica Delia Macoñó, comunaria y parte de la Asociación de Mujeres de la Comunidad El Rancho: “Antes, el procedimiento de los ancestros era tajarlo con un hacha y crear un hueco en el tronco que llegue hasta el corazón, pero eso mataba el árbol”.

Mapeo de los árboles de Copaibo, censados dentro del Área de Protección Comunal El Rancho.

Ahora es diferente.  Gracias a una técnica implementada desde hace años, se perfora el tronco con una broca hasta llegar al corazón, se coloca un tubo con tapón, donde se acumula el aceite, el cual es cosechado cada 15 días por los hombres de la comunidad. Todo esto, con una previa capacitación y manual de buenas practicas que le permiten a la comunidad generar conocimientos para fortalecer el desarrollo sostenible del bosque.

Delia conoce de manera íntima los beneficios medicinales del árbol, cuenta que en algún momento sintió que su esposo, hijo y ella se enfermaron del COVID, pero que gracias al aceite y a unas gotas con miel de abeja, nada pasó a peores. También dice que cuando va a la ciudad se nota que no conocen el Copaibo porque ve puros negocios, farmacias que venden remedios no naturales en cada esquina como pan caliente. Delia y otras seis mujeres son las alquimistas, ellas forman parte de la Asociación de Mujeres de la Comunidad El Rancho, se juntan para transformar el aceite y agua de copaibo recolectado por los hombres. Gracias a las capacitaciones realizadas por APCOB, ahora poseen un laboratorio donde dan valor agregado a la materia prima, envasándolos en champús, pomadas y jabones, con la esperanza de que la gente que vive en los pueblos y en las ciudades, se entere de su secreto mejor guardado.

Y es que antes de la pandemia vendían mucho más, dice Ronaldo Chuvé, presidente de la comunidad, que invita a conocer su oasis y el elixir de los dioses del bosque. Tienen el reto de volver al mercado, el cual se ha paralizado por miles de piedras en el camino. Ahora quieren retornar a tiendas naturales, vender los productos a granel y esperan con ansias las posibilidades de que el Copaibo sea la alternativa para muchos males en la ciudad.

La Guía para la extracción de aceite de Copaibo Chiquitano, de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) detalla los usos y beneficios de este árbol curativo. Para uso externo, el aceite y derivados funcionan como desinflamante en golpes, heridas, alivio de dolores reumáticos, musculares, desinfectante y cicatrizante. Más de la mitad del aceite de Copaibo chiquitano está compuesto por aceites esenciales con acción medicinal, en su mayoritarios Cariofileno y Bisaboleno. Ambos analgésicos que actúan sobre el sistema nervioso.

Conocido por los comunarios como “el árbol que cura”, el Copaibo tiene el potencial de establecer una conexión entre la salud del bosque y la humanidad. Así lo afirma la APCOB, que junto a la comunidad están implementando un proyecto piloto, y si es exitoso, podría generar un efecto dominó para salvar no solo ese bosque, evitar la migración ambiental, sino crear un sinfín de beneficios socio económicos, ambientales y bioculturales. Un proyecto piloto tan nuevo que solo se ha aplicado globalmente en dos países, Panamá y Bolivia, específicamente la Chiquitania.

El proyecto consiste en institucionalizar los “Los Beneficios No relacionados con el Carbono” o BNRC, conocidos como los efectos socioeconómicos, ambientales y bioculturales positivos de las actividades desarrolladas en los bosques y que son bien gobernados. Es precisamente en torno al aprovechamiento del agua y aceite de Copaibo para productos derivados como pomadas, jabones y champú que El Rancho busca proteger su territorio, el bosque y el planeta. Este proyecto forma parte de EUROCLIMA+, un programa cuyo objetivo es reducir el impacto del cambio climático y sus efectos en 18 países de América Latina, promoviendo la mitigación y adaptación al cambio climático.

Señal de advertencia, en el ingreso al Área de Protección Comunal El Rancho.

Ronaldo Chuvé, a la izquierda, junto a otros recolectores de la comunidad.

Como primer paso para institucionalizar los beneficios de este bosque, mapearon la riqueza más allá de la madera. En el mapeo inicial realizado por APCOB se delimitaron 48 hectáreas con 236 árboles censados. Luego de hacer el estudio de flora y fauna se amplió el área a 100 hectáreas, para que finalmente, en el proceso de elaboración de la norma de la reserva comunal, se aumente la superficie a 500 hectáreas. Los estudios con cámaras trampa y censo lanzaron un panorama esperanzador: encontrando 61 especies de plantas, muchas medicinales, 12 especies de anfibios, 14 de reptiles, 35 de aves y 15 de mamiferos, entre ellos animales paragua como el jaguar y tapir, cuyas presencias se revelan cuando un ecosistema está bien conservado. 

De acuerdo a APCOB, el Bosque Seco Chiquitano se encuentra entre los paisajes intactos mas importantes y amenazados del continente, con una vulnerabilidad especial al cambio climático, puesto que se trata de un medioambiente en transición donde se pronostican sequías más seguidas y mas largas cada año.

La comunidad indígena El Rancho entiende y vive en carne propia este desequilibrio climático. En esta época bipolar de heladas y chaqueos, duermen con un ojo abierto, atentos a las señales, a cualquier humo que pueda convertirse en tragedia.

Es que el cambio climático combinado con la ola de deforestación está golpeando fuerte el planeta, en especial a los países más diversos en ecosistemas. De acuerdo a la publicación de la Unión Europea titulado Más Allá del jaguar, el cambio climático podría estar incidiendo en la magnitud del fenómeno de El Niño, responsable del ritmo de periodos de precipitaciones y sequías en gran parte del continente Sudamericano. En los Andes tropicales, el aumento de temperatura (+0,7 °C entre 1939 y 2006) ya está provocando una disminución severa de los glaciares. En consecuencia, el acceso al agua para humanos, producción agropecuaria, energías y ecosistemas se verá cada vez más restringida. El planeta ya no aguanta calentarse ni medio centígrado más.

Tristan Macoñó, comunario y recolector, abraza un arbol de Copaibo.

Es por esto que el artículo 5 del Acuerdo de París invita a los países a tomar medidas para conservar y mejorar los sumideros y depósitos de gases de efecto invernadero. Patricia Patiño, comenta que este proyecto debería despertar el ojo a nivel de Gobierno nacional, en cumplimiento de las “Contribuciones Determinadas Nacionalmente” por Bolivia durante el Acuerdo de Paris. Explica que la “Autoridad Plurinacional de la Madre Tierra” se constituye como una parte focal para institucionalizar los BNRC en las estrategias nacionales. Pero a pesar del poco interés de la gobernanza estatal, sostiene que el proyecto ya ha dejado huellas de incidencia a nivel municipal, departamental y territorial, logrando establecerse la zona como Reserva Comunal Indígena.

La UNESCO predice que los impactos del desequilibrio ecológico serán particularmente graves para los pueblos indígenas, quienes representan más de 350 millones de personas en todo el mundo, ya que viven en zonas con riqueza eco sistémica, pero hoy con una enorme variabilidad ambiental. Para hacer frente a estos desafíos, los pueblos indígenas están volviendo al conocimiento sobre sus territorios y aprovechamiento de sus recursos para mitigar los impactos del cambio climático.

Miguel Ángel Jerez, jefe de campo de APCOB, joven entusiasta que forma parte de este proyecto para proteger esta mancha de bosque, comenta que la reserva genera mejores condiciones de vida a la comunidad, al estar cuidando los árboles que les genera recursos económicos, y que, de igual manera se protegen los conocimientos ancestrales, la cultura, los paisajes, la biodiversidad, los ríos voladores y los ríos de la tierra. Todos beneficios que nos regala el bosque.

Con timidez y entusiasmo, la comunidad nos lleva a conocer el oasis, su familia extendida de 236 copaibos censados con plaquetas, protegidos de una gran advertencia en madera que dice “SE PROHIBE LA TALA DE ÁRBOLES DE COPAIBO”. Ronaldo abre el tapón de cada árbol para mostrarnos la riqueza de este elixir, donde unos árboles a veces tienen más agua y otros, más aceite.

“Nada se desperdicia”, comenta Delia, la alquimista del Copaibo.

En ese sendero, donde es imposible no tener la grata tentación de abrazar a un árbol, los comunarios piden que a través de esta crónica corra la voz como el agua de río de que el copaibo existe, que ellos están cuidando los árboles porque los árboles son parte de la familia, que esperan que el “efecto copaibo” llegue al mercado nacional e internacional.

Hace 38 días que no llueve en El Rancho, el aceite está en su pico y el fantasma de los incendios está al acecho. Pero para los comunarios, cada producto de copaibo vendido es una gota que ayuda a mantener el bosque en pie y el planeta fresco para salvarnos del fin del mundo.

Con timidez y entusiasmo, la comunidad nos lleva a conocer el oasis, su familia extendida de 236 copaibos censados con plaquetas, protegidos de una gran advertencia en madera que dice “SE PROHIBE LA TALA DE ÁRBOLES DE COPAIBO”.

Productos derivados del agua y aceite de copaibo.

Un árbol de Copaibo, gigante del bosque que alcanza más de 25 metros de altura.

Delia y otras seis mujeres son las alquimistas, ellas forman parte de la Asociación de Mujeres de la Comunidad El Rancho, se juntan para transformar el aceite y agua de copaibo recolectado por los hombres. Las personas interesadas en saber más sobre el aceite de Copaibo, pueden llamar al teléfono de la comunidad El Rancho: 72158590

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La deforestación ilegal del bosque ha pisado el acelerador en el departamento de Santa Cruz. El avasallamiento de colonos y avance de la gran industria están en su auge y la declaratoria de áreas protegidas se rompe en mil pedazos cada día.

Raúl Domínguez

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