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ESPECIALES

Los defensores del paraíso de Tariquía viven un infierno

Paula Gareca sufre las consecuencias de su lucha, pero no decae en su objetivo.

11 de octubre de 2023

Luchar para evitar que la actividad petrolera consolide su ingreso en la Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía, en el departamento de Tarija (Bolivia), tiene un alto precio. Las defensoras y defensores de este vergel importante para el mundo, que es fuente de agua para seres humanos y especies incontables de animales silvestres, sufren ataques que van desde “ofertas indecentes” hasta agresiones físicas y desprestigios personales. Pero ningún hostigamiento puede más que la convicción de defender esta casa vital que le pertenece al planeta.

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Roberto Navia

Periodista

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Iván Paredes

Periodista

La vida de Paula, se despliega en una trama compleja de sacrificios y luchas. Las palabras fluyen de sus labios con un tono cargado de melancolía cuando habla de cómo su existencia fue marcada por la noble causa que abraza. Ella es la voz que clama por la protección de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, un edén natural en el sur de Bolivia. Pero esta lucha, que podría haber sido heroica, ha dejado cicatrices profundas en el tejido de su vida.

No son solo las noches sin sueño las que la atormentan, sino también las amenazas que reciben sus oídos. Incluso aquellos con quienes compartió juegos de infancia y risas de juventud, ahora la señalan como el obstáculo en el camino hacia el progreso. La acusan de cerrar las puertas al desarrollo en Tariquía, como si el progreso y la naturaleza fueran incompatibles.

Y, sin embargo, Paula Gareca persiste en su compromiso. En la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, donde cada brisa susurra secretos de antiguos árboles y cada río fluye como una arteria vital, una nueva amenaza la mantiene en vilo: La actividad de la industria petrolera se cierne una vez más, dispuesta a desenterrar los tesoros ocultos bajo la superficie de la tierra. Pero Paula está ahí, en el frente de batalla, empuñando su valor como una espada y su amor por la tierra como un escudo.

La vida de Paula, sin embargo, se despliega en una trama compleja de sacrificios y luchas, y las palabras fluyen de sus labios con un tono cargado de melancolía cuando habla de cómo su existencia fue marcada por la noble causa que abraza.

Sin embargo, Paula Gareca no está sola en esta cruzada. Como estrellas que se iluminan en la oscuridad, otros activistas se alzan a su lado, formando un muro de resistencia contra la extracción petrolera en el interior de Tariquía. Juntos, empuñan el estandarte de la conservación, luchando para que las empresas petroleras no profanen este santuario natural que es el pulmón vital del departamento de Tarija y de Bolivia.

Principio del formulario

“Al ser defensora, mi vida se destruyó: Me separé de mi marido y a dos de mis hijos les golpearon de una manera brutal y yo tengo miedo caminar en las noches en la comunidad”, dice, y sin soltar el hilo de voz avanza en su relato: “Tenemos muchas amenazas, nos afectan psicológicamente, hay llamadas por celular que nos intimidan. Nos dicen que la exploración petrolera trae desarrollo y nos hacen ver como si fuéramos opositores de las comunidades, pero no es así. Yo, desde mi punto de vista, digo que el desarrollo debe llegar sin condiciones a nuestras áreas rurales, no poniendo condiciones. Si es que habrá un servicio básico, que haya, pero no a cambio de la destrucción de la naturaleza”, enfatiza, mientras recorre el imponente paisaje de Tariquía.

Paula Gareca, además de ser activista medioambiental, es secretaría ejecutiva de la Subcentral Tariquía. Fue en su casa de la comunidad de San José, donde recibió la visita de dos personas que llegaron para adularla, para decirle que cambie de opinión, que no rechace la actividad petrolera en Tariquía. Que, a cambio, le dará ese fajo de billetes que le pusieron en la mesa, que también será suya una camioneta nueva que, muy pronto —si acepta— se la harán llegar hasta su puerta y que también le darán empleo a ella, a su marido y a su hijo.

Pero ella les dijo que no y esos hombres de camisa manga larga nunca más volvieron.

Pero el marido de Paula, que estaba aquel día escuchándolo todo, se armó en furia y le reclamó con modales de emperador: le dijo que por qué es sonsa, que por qué no piensa en su familia, que con ese dinero pudieron haber puesto un negocio y con la camioneta, sacar la producción agrícola hasta Tarija.

Pero ella se puso fuerte y le dijo que nunca venderá sus principios ni traicionará al lugar que la vio nacer. La presión sentimental seguía y también la resistencia. Luego se separaron. Pero también Gareca vio cómo sus hijos fueron agredidos. A ellos los golpearon solo por ser hijos de la activista.

La agricultura se desarrolla de manera sostenible en el área protegida.

“Yo no puedo andar sola, siempre tengo ese miedo a que me agredan, a que pueden difamarme, por eso mejor no salgo. Yo vivo sembrando verduras, papa, maíz, arvejas, todo para vender. También produzco miel. Ese es mi sustento. Tengo también mis animalitos”, relata Gareca, bajo las sombras de los árboles que reinan en Tariquia.

Paula Gareca no está sola en esta cruzada, como estrellas que se iluminan en la oscuridad, otros activistas se alzan a su lado, formando un muro de resistencia por la reserva de Tariquía.

La Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía se extiende sobre 246.870 hectáreas de bosque en el departamento de Tarija y la superficie comprometida por los bloques de hidrocarburos es de 128.083 ha. Son cuatro los bloques petroleros establecidos dentro de la reserva de Tariquía que están dedicadas a proyectos de exploración hidrocarburífera: Astilleros, Churumas, San Telmo norte y San Telmo sur.  

En la zona de Astillero, los trabajos de exploración ya se iniciaron. En Churumas también empezó la labor petrolera. En ambos casos se ejecutó una férrea oposición a los proyectos, pero los tractores intentaron acallar esos gritos de auxilio. Muy pocos escucharon a los defensores de Tariquía que ahora están más preocupados, lamenta Paula. “La idea del Gobierno es ingresar al núcleo del área protegida, allá donde los pájaros y otros animales tienen su hogar. Si la intención por buscar hidrocarburos prosigue, habrá muchas consecuencias ambientales: una de ellas la escasez de agua”, advierte.

Al pasar por la comunidad de San Pedro, Paula divisa el árbol de Timboy: un ejemplar espléndido de más de 10 metros de alto: “De ahí se lanzó Ebelio el volador”, dice, sin ocultar una sonrisa pícara. En un par de minutos, resume aquella historia:

Cuenta que Ebelio García, fue considerado un visionario desde joven, que soñaba con volar como un cóndor para superar la falta de caminos y salvar vidas en su remota región, que con ingenio, construyó unas alas y se lanzó al vuelo, buscando cambiar la historia de Tariquía.

“Sin embargo, su hazaña no fue concretada. Aunque muchos testigos aseguran que voló un par de segundos, cayó como al suelo con todo su peso”, recuerda Paula Gareca, que detalla que Ebelio pasó dos meses en cama, pero que su valentía fue reconocida, ya que arriesgó su vida por el bienestar de su comunidad en Tariquía, donde aún se le recuerda como «Ebelio el volador».

A pocos metros del árbol desde donde se lanzó Ebelio, pasar el río manso de Tariquía, que recuerda que la reserva de Tariquía es considerada un bosque húmedo que genera importantes cantidades de agua, no solo por los humedales, sino por la evapotranspiración de los mismos árboles que todavía están pie en el inmenso paisaje. En este espacio, los vientos también cumplen un rol fundamental, ya que son el oxígeno de varias regiones del sur de Bolivia, especialmente de la capital tarijeña.

Nelly Coca y Andrés Miranda, muestran una pancarta con la que vienen defendiendo Tariquía.

BALAZOS EN LA RESERVA

Isidro Gareca vive en la comunidad El Cajón, que está en el límite sur de la Reserva. Una madrugada de marzo de 2021, Isidro salía rumbo a la ciudad de Tarija y, mientras caminaba, escuchó ocho disparos al aire muy cerca de él. Entró en pánico y corrió hacia un lugar seguro, dejando su mochila en el piso. No alcanzó a ver a nadie, pero desde ese día el temor lo persigue a todos lados. Él es uno de las muchas víctimas en Bolivia por ser defensor de un área protegida.

En el vasto panorama de la vida en Bolivia, se encuentra una historia singular, una historia que se teje en el corazón de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía, donde la naturaleza despliega su majestuosidad en cada rincón de esta joya de la naturaleza.

Bolivia es uno de los países con menor desarrollo normativo a favor de quienes protegen los derechos ambientales. Los ataques contra los y las defensoras del medio ambiente se focalizan en mellar su imagen pública, señalarlas, estigmatizarlas, hostigarlas, acosarlas por vías indirectas —que pueden ser administrativas o laborales—, intimidarlas y desgastarlas psicológicamente. Entre todas estas formas de ataque, también hay una estrategia que es muy común en Bolivia a la hora de agredir los liderazgos ambientales: la división de organizaciones indígenas o campesinas.

Y eso es lo que está padeciendo Tariquía. La división obligó a que algunos activistas sufran agresiones y amedrentamientos por defender su territorio. Otros quieren que la maquinaria pesada de la petrolera ingrese para ver perforar sus tierras. Isidro Gareca cree que los disparos que escuchó son de comunarios que están “calientes” con él porque defiende su hogar. Él no quiere ver a Tariquía sin agua, sin fauna, sin flora. No sabe cómo más defender su espacio.

“Las agresiones pasaron el límite. Yo sentí que mi vida estaba en riesgo cuando dispararon al aire cuando salía de mi casa. Eso es una amenaza, yo lo sé. Yo defiendo mi territorio, yo defiendo mi hogar, yo no quiero ver a la reserva de Tariquía sin agua, aunque ahora empezamos a ver la escasez de agua. Eso parece que es porque metieron máquinas, pero otros dicen que es por la crisis climática”, relata Isidro.

El plan que tiene el Gobierno para explorar hidrocarburos compromete más de 136 mil hectáreas de bosque, lo que equivale al 55% de la reserva de Tariquía, según información del Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib). Esa superficie es cuatro veces la extensión de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.

Nelly Coca Flores es parte del Comité de Defensa de la reserva de Tariquía. Ella recibe a Revista Nómadas en su domicilio, en la comunidad de Chiquiacá, que está al interior del área protegida. Junto a su esposo Andrés han construido una casita en lo alto de una pendiente, desde donde se ven los sembradíos de temporada. El verde predomina en el paisaje, que se hace más gratificante desde la colina donde está la casa de Nelly. Ella también es una de las activistas que sufrió agresiones y amedrentamientos por defender su territorio. La activista llama a la reserva como la “casa común” y se siente orgullosa por haber evitado —por parte— el ingreso de las petroleras a Tariquía. Esa lucha tuvo consecuencias.

“¿Qué es lo primero que buscamos cuando nos despertamos? El agua. ¿Por qué no vamos a defender eso?, ¿por qué no podemos defender nuestra agua? Pero cuesta mucho ser defensora. Deberíamos ser protegidos, pero, al contrario, nos amenazan. Nos dicen que nos estamos negando al desarrollo, a que la gente tenga mejor vida. Pero eso es mentira. La contaminación que nos dejarán las empresas es irreversible, quedará para siempre”, lamenta Coca.

La defensora lamenta que los propios comunarios de Tariquía sean quienes amenacen a los defensores. Dice que sus vecinos están confundidos y que las empresas entraron para intentar convencer a todas las comunidades para realizar los proyectos petroleros. “Los animales no tiene voz, ellos son los principales afectados por la contaminación. Las abejas se irán porque no pueden vivir en lugares contaminados”, advierte Nelly.

En Tariquía se produce la mejor miel del país, eso dicen sus habitantes. Varias comunidades se dedican a la apicultura y están reunidos en la Asociación de Apicultores de la Reserva de Tariquía. Ellos ofertan sus productos en varias ciudades del país. La reserva de Tariquía alberga 609 especies de flora y otras 867 de fauna, de las cuales algunas son únicas y están en peligro de extinción.

La mañana en que Revista Nómadas despertó en el paraje envolvente de Chiquiacá, en la casa de Nelly y Andrés, el sol se alzaba con timidez sobre la Reserva de Tariquía, arrojando sus primeros rayos dorados sobre las colinas cubiertas de vegetación exuberante. En este rincón del sur de Bolivia, la naturaleza se desplegaba en todo su esplendor, y sus secretos mejor guardados eran susurrados por el viento a aquellos dispuestos a escuchar.

En Tariquía, la tierra y el tiempo parecían fundirse en un abrazo eterno. Allí, donde el verde de la selva se fundía con el azul del cielo, los habitantes con los que después se conversó sin prisa, tenían una historia que contar. Decían que en este rincón remoto del país se producía la mejor miel, un néctar dorado que hablaba de la dulzura de la vida en esta tierra maravillosa.

Varias comunidades de la región se habían dedicado durante generaciones a la apicultura, un legado que pasaba de padres a hijos como un tesoro invaluable. Estas familias, unidas por su amor por las abejas y su compromiso con la naturaleza. Aquí, compartían sus conocimientos ancestrales y modernos, cuidando no solo de sus colmenas sino también del entorno que las rodeaba y de la producción de papa y de maíz, entre otros productos que alimentan a buena parte de Bolivia.

Caminar por los senderos de la reserva era como adentrarse en un mundo mágico. A cada paso, la flora y fauna sorprendían con su diversidad. Las colinas ayudaban a que el panorama se disfrute y se logre divisar más allá del horizonte.

Los apicultores de Tariquía sabían que su labor no solo se traducía en deliciosos tarros de miel, sino también en la protección de este tesoro natural. Cada abeja zumbando en busca de la materia prima de la miel, cada flor en plena efervescencia, eran testigos de su compromiso inquebrantable con la conservación.

Al otro lado de las montañas, en Pampa Grande, las abejas también emprendían un baile armonioso de seres vivos, una coreografía que había sido perfeccionada a lo largo de siglos.

El aroma a miel impregnaba el aire a medida que los apicultores trabajaban con destreza y cariño, cuidando de las abejas y de su hogar natural. Sabían que la miel era una joya preciosa, un regalo de la naturaleza que merecía ser apreciado por su sabor y su historia.

Gladys Gareca, comunaria de Puesto Rueda, también denunció hostigamientos.

TRABAJO PETROLERO

Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) inició los trabajos de exploración en los pozos Astilleros X1 para luego seguir con Astilleros X2, así lo confirmaron mediante una nota de prensa publicada el sábado 1 de abril de 2023. Astilleros tiene una extensión de 21.093 hectáreas y está ubicado en las provincias Arce y Gran Chaco, allí trabajará YPFB Chaco y su subsidiaria YPFB Corporación y utilizarán 67 millones de dólares para la exploración y explotación en los próximos siete años, a través de tres fases.

En la trama de las relaciones familiares, la división es el amargo estribillo que resuena, con algunos cediendo ante el canto de “sirena” de las petroleras, mientras que otros sostienen con firmeza el estandarte de la reserva.

“Con una inversión aproximada de 67 millones de dólares, YPFB Chaco S.A., subsidiaria de YPFB Corporación, inició la perforación exploratoria del Pozo Astillero X1 (AST-X1), para evaluar el potencial hidrocarburífero de las Formaciones Huamampampa, Icla y Santa Rosa en la Estructura Astillero-Domo Tarija», informó en una conferencia de prensa en abril de este año el presidente de la estatal petrolera, Armin Dorgathen Tapia.

En varios lugares de Tariquía se exploró sin llegar a explotar porque no existía nada de lo que buscaban las empresas. Esas zonas quedaron como pasivos ambientales y están afectando a muchas familias, según testimonios en el interior de la reserva. “Ahora dicen que van a perforar seis pozos más, todavía falta más destrucción porque dice que van a hacer como cinco helipuertos, fosas de quema y la mitigación de daños es en la medida de lo posible, no hay santuarios ni albergues para animales”, reclama Isidro Gareca.

YPFB expresó que los proyectos en la reserva se ejecutaron en “apego estricto” a la normativa ambiental vigente en coordinación con las autoridades locales, la Dirección de la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía y autoridades ambientales competentes. La Gobernación de Tarija dice que YPFB cuenta con licencia ambiental.

Revista Nómadas intentó conocer la posición del Ministerio de Hidrocarburos, pero no tuvo respuesta en más de una oportunidad. Desde esa entidad pidieron que la solicitud de información sea dirigida a YPFB, institución que tampoco pudo brindar información.

En la vastedad de la reserva de Tariquía, se despliega como un rincón de sueños la comunidad de Motoví, donde los trinos de los pájaros siguen alzándose en una melodía intocada por el temor, como si la corriente del tiempo se hubiera detenido a su alrededor. El verdor del paisaje, un verde que parece filtrarse desde los recuerdos más remotos, coloca al visitante en un espacio único, acariciado por las montañas esbeltas que se yerguen como guardianas silenciosas. En ese rincón de la tierra, encuentra su morada Francisco López, figura que habita la vicepresidencia del Comité de Gestión de la Subcentral Tariquía. Los recuerdos del pasado se entretejen con el presente en su mente, remontándose hasta el año 2015 cuando la defensa de la reserva fue alzada como una bandera incuestionable. Sus ojos, cargados de preocupación, observan con inquietud lo que acontece en el seno de la reserva, y en sus palabras se dibuja la historia de cómo en la lucha feroz se forjó la expulsión repetida, como un sonido lejano, de las empresas petroleras que amenazaban con perturbar el equilibrio de aquel remanso.

“Nosotros vivimos de la agricultura y de la ganadería. En mi comunidad se produce de todo. Por eso defendemos nuestro territorio. Año tras año, el Gobierno siguió ejecutando proyectos y lo extraño era que tenían permiso para ingresar al núcleo de la reserva. Investigamos y nos enteramos que hicieron un nuevo plan de manejo de la reserva. Redujeron el área protegida y, supuestamente, donde están los pozos ahora, dicen que no es parte del núcleo de la reserva”, dice López.

Stefan Cramer es un hidrogeólogo alemán y miembro del Servicio de Expertos Senior (SES) de Bonn, Alemania. El experto radica en la ciudad de Tarija y es parte del plantel voluntario de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho de esa capital. El científico, que también es especialista en aguas subterráneas, dice que existen varios riesgos asociados con el ingreso de las empresas de hidrocarburos en la reserva de Tariquía.

Cramer explica que, además de los impactos directos en el sector donde se instalan los pozos de gas, también se deben tomar en cuenta los impactos indirectos que “son varios y mucho más grandes”. El científico menciona los problemas que ocasionan la construcción de caminos y carreteras en medio del bosque. “Esto es un daño medioambiental muy importante, porque son carreteras de diez metros de ancho, pero están en terrenos con mucha pendiente, por tanto, ocupan un espacio casi diez veces más grande. Además, que están en zonas de alta calidad de bosques, en la zona núcleo de la reserva”, expone el experto alemán.

Cramer no duda en calificar a la reserva de Tariquía como una “bomba de agua” para gran parte del valle tarijeño. Entonces, —dice— que si se ejecutan los proyectos hidrocarburíferos habrá serios riesgos en el abastecimiento de agua para varios sectores del departamento de Tarija. “La reserva (de Tariquía) funciona como una bomba de agua. Esta función, fuera de la reserva, es muy importante para Bolivia y se debe considerar en todos los estudios de impactos ambientales”, relata.

Francisco López, muestra los mapas donde dice que la petrolera puso sus ojos.

PLAN DE MANEJO EN LA MIRA

Tariquía contaba con un Plan de Manejo (PM) aprobado por Resolución Ministerial 003/2001, emitido por el Ministerio de Desarrollo Sostenible y Planificación, cuya vigencia concluía el año 2004. Al no existir otro instrumento, se continuó utilizando éste como herramienta de gestión, de acuerdo con un documento del Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib).

La situación se agrava al revelar que el hostigamiento no se limita al ámbito público. Varios defensores han experimentado agresiones y ostracismo dentro de sus propias comunidades e incluso familias.

Desde el 2006 existieron varios intentos fallidos de actualizar el plan de manejo. El 11 de julio de 2014 se lanzó una nueva convocatoria y el 18 de agosto se firmó el Contrato Administrativo de prestación de servicios de consultoría DIR-DJ-118/2014, para elaborar el Plan de Manejo de la Reserva.

Ese plan se entregó el 15 de diciembre y, un día después, se emitió el informe técnico DP Nº 474/2014 que aprobó el nuevo plan de manejo señalando que cumple con los requisitos establecidos. Luego, el 30 de diciembre, se emitió un informe jurídico señalando el cumplimento del marco normativo. Ese mismo día se firmó y puso en vigencia la Resolución Administrativa de 159/2014 del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), aprobando el Plan de Manejo de Tariquía en los componentes: diagnóstico, marco estratégico, zonificación marco programático y plan financiero.

Es con este último que los comunarios no están de acuerdo porque aseguran que su modificación no fue legítima y que bajó la categoría del área núcleo dejándolo en “área de uso moderado”, lo que facilita el acceso de las petroleras a otras áreas que anteriormente estaban prohibidas.

López también fue amenazado y amedrentado por defender Tariquía. Dice que sufrió violencia por parte de las personas que apoyan la incursión petrolera y al Gobierno. Este grupo paralelo está favor de que las empresas ingresen a Tariquía, pero hay resistencia en las 23 comunidades de la reserva. En Motovi, dice Francisco, hay riesgos por el ingreso de las petroleras. Temen la escasez del agua y la contaminación.

“No nos quieren dar obras ni proyectos. Nos dicen que solo defendemos la reserva y nos dicen opositores al desarrollo. Nos llaman neoliberales, nos dicen golpistas, nos dicen de todo”, lamenta el dirigente.

El pozo Domo Oso X3 es uno de los intentos que hace el Gobierno por encontrar gas concentrado en la reserva de Tariquía. YPFB ha puesto en la lista de los proyectos exploratorios a este pozo, que se encuentra muy cerca del área protegida, como un “proyecto de fuerza mayor”. Eso significa que la estatal tiene datos —de acuerdo a estudios geofísicos— que muestran una alta probabilidad de hallar hidrocarburos en esta zona. Además, el Domo Oso X3 es el único a nivel nacional que recibe esta tipificación, de los 36 anunciados por YPFB como parte de su paquete de exploración.

Gladys Gareca, residente de la comunidad Puesto Rueda en Tariquía, ha sido una defensora incansable del área protegida durante una década. Hoy, denuncia que la principal amenaza que enfrenta la reserva proviene de la irrupción de empresas petroleras. Este avance, advierte, podría deteriorar la calidad y cantidad de agua en la región, recurso vital para ella, su familia y todos los habitantes de Tariquía. Esta confrontación ambiental ha creado profundas divisiones en las comunidades, llegando a fracturar lazos familiares. Gareca describe cómo muchos de sus parientes se dejaron persuadir por promesas de empleo de estas empresas, una vez que comiencen sus operaciones extractivas. Esta tensión ha tenido un palpable impacto en la cohesión social de Tariquía.

No obstante, las preocupaciones de Gareca no se limitan a la invasión corporativa. También ha enfrentado amenazas personales: «He sido víctima de amenazas físicas y psicológicas. Personas de mi comunidad, incluso líderes políticos de áreas vecinas, han lanzado insultos y difamaciones hacia mí», comparte con pesar. Mientras narra su experiencia, sus ojos se posan sobre los árboles de lima y naranja de su patio, un remanso de paz en medio del conflicto que, siente, le ha arrebatado su serenidad.

El río que da de beber a seres humanos y a todo ser vivo de Tariquía.

FAMILIAS DIVIDIDAS

José Andrés Miranda, un miembro sombrío del Comité de Defensa de Tariquía, arraiga su presencia en los confinamientos de la comunidad de Chiquiacá. Su voz ruge con tono siniestro, como el viento de una advertencia en la penumbra. Desde el núcleo de su morada, un santuario de hermosura y vida, lanza sus lamentos con una fatalidad ineludible: la reserva yace en un precipicio oscuro. «El agua, es el verdugo invisible», suspira desde las sombras, un augurio sombrío que se proyecta como el eco de un anuncio funesto. A través de las rendijas del tiempo, su hogar se convierte en el púlpito desde el cual proclama su mensaje.

Sus cicatrices del compromiso son lacerantes, un recordatorio del precio que uno debe pagar por el valor. José Andrés, un testigo desgarrado, ha sido víctima de las amenazas que acechan en el entorno de la defensa del santuario natural. La adversidad y el tormento son las notas de fondo en su relato. «Hay desventuras y pesares en este camino de resistencia», confiesa con una voz empañada por la tristeza de las batallas libradas. En la trama de las relaciones familiares, la división es el amargo estribillo que resuena, con algunos cediendo ante el canto de sirena de las petroleras, mientras que otros sostienen con firmeza el estandarte de la reserva, manteniendo una lucha feroz en un duelo de voluntades. Las sombras inquietantes del gobierno se ciernen sobre ellos, sus pasos silenciosos como los de un cazador sigiloso. «El compromiso de resguardar nuestro hogar nos ha llevado a abandonar las comodidades del pasado», confiesa con una amargura que se refleja en cada palabra susurrada. «Hemos dejado atrás los confines de nuestro hogar, los animales a los que solíamos cuidar; en este peregrinaje, las pérdidas han dejado cicatrices profundas».

El bosque un ciclo interminable, engendra un regalo precioso: Una investigación de la Universidad Juan Misael Saracho de Tarija, confirma que un solo árbol, además de generar oxígeno, fabrica unos 2.800 litros de agua y absorbe 28 kilos de dióxido carbónico.

Esto lo sabe José Andrés y todos los guardianes de Tariquía. Saben que, si los árboles son devastados, la sinfonía de la generación de agua dulce se desvanecerá y, con ello, la producción de miel y la agricultura y las plantas de frutas, como también los humanos y los animales que viven en la reserva, sufrirán las consecuencias.

“Defenderé esta tierra contra viento y marea. No cederé a las presiones ni a las tentaciones. Ya perdí mi hogar familiar. Solo me queda el bosque que es mi gran casa”, dice Paula Gareca, mientras mira, desde el patio de su casa, las colinas que, a eso de las seis de la tarde, se bañan con los últimos rayos de un sol enorme que, al día siguiente, ella saludará desde su ventana.

HAY PATRONES DE VIOLENCIA CONTRA LOS DEFENSORES

Los defensores de la reserva de Tariquía enfrentan un creciente hostigamiento, no solo por partes interesadas en la exploración hidrocarburífera sino también de los propios campesinos que viven en la reserva y apoyan dicha exploración, confirmó Yolanda Herrera, activista de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Tarija (APDHT).

Durante los bloqueos efectuados por campesinos a favor de la exploración, muchas familias de defensores enfrentaron situaciones extremas al serles impedido el acceso a sus propios hogares. “No permitían el ingreso de medicinas que necesitaban los defensores. Eso era de conocimiento de las autoridades del Gobierno y no hicieron nada”, señaló Herrera.

La situación se agrava al revelar que el hostigamiento no se limita al ámbito público. Varios defensores han experimentado agresiones y ostracismo dentro de sus propias comunidades e incluso familias. “Sufren insultos, le cortan el derecho al trabajo y reciben amenazas, pero siguen defendiendo su territorio”, lamenta Herrera.

Los defensores de Tariquía, no solo enfrentan amenazas físicas, sino también una intensa violencia psicológica que fomenta un ambiente de temor y paranoia. Agravando la situación, los ataques no se limitan a los defensores directos, sino que se extienden a sus familias. Los hijos de Paula, por ejemplo, han sido blanco de agresiones, según los informes. Las tácticas empleadas no solo se dirigen directamente a los activistas, sino que también crean divisiones dentro de las familias, aumentando el desgaste emocional y psicológico.

Junto con la violencia directa —los defensores de Tariquía han denunciado también que se llevan a cabo campañas de manipulación social y difamación. Los defensores ambientales son frecuentemente retratados como «enemigos del progreso», creando divisiones y confusión dentro de las comunidades locales.

Con los testimonios, también quedan identificados patrones claros y preocupantes de hostigamiento: Un falso dilema entre «progreso» y protección ambiental está siendo impulsado, argumentando que ambos son mutuamente excluyentes, existe una marcada priorización de proyectos de exploración hidrocarburífera sobre la conservación del medio ambiente, subrayando una tendencia de privilegiar intereses económicos por encima de los derechos humanos y de la naturaleza.

Los defensores ambientales de Tariquía enfrentan una creciente amenaza ante lo que parece ser una acción coordinada entre entidades del Estado, sectores civiles ligados al partido gobernante y empresas interesadas en la zona, según los diversos testimonios, que no callan ante estos grupos que —lo han dicho— han estado hostigando, amedrentando, difamando y ejerciendo distintas formas de presión y chantaje. La conjunción de estas fuerzas coloca en una situación de alto riesgo a los defensores, dejándolos en una posición de notable indefensión.

Además, las resistencias a tales proyectos son rutinariamente enfrentadas con intimidación y represión. A pesar de las advertencias sobre el temor de graves impactos ambientales, como la posible escasez de agua, estas alertas suelen ser ignoradas o minimizadas.

Ante este panorama, los testimonios que salen del interior de Tariquía, hacen un llamado urgente para amplificar sus voces y que los bolivianos hagan suya la defensa de la reserva para que, desde el interior del área protegida, los defensores puedan continuar su trabajo esencial sin temor a represalias.

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Este reportaje forma parte del proyecto «Visibilización de la situación de riesgo de defensores de derechos humanos en Bolivia», desarrollado por el CEDIB, en alianza con la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia (ANPB) y con el apoyo de la Embajada de Alemania en Bolivia.

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STAFF:

DIRECCIÓN: Roberto Navia. JEFA DE PRODUCCIÓN Y FOTOGRAFÍAS: Karina Segovia. PERIODISTA: Iván Paredes. PRODUCCIÓN DE SONIDO: Andrés Navia. EDITORA DE REDES SOCIALES: Lisa Corti. DESARROLLADOR WEB: Richard Osinaga.

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