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CASA VERDE

En su hangar de la zona Este del departamento de Santa Cruz, con un letrero que Hebart lee cada vez que eleva su mirada al cielo.

Foto: Matías Vargas

“Nos negaremos a fumigar con agroquímicos letales para las abejas y el ecosistema”

Hebart Vargas Canahan

Presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Fumigación Aérea (Andefa)

El piloto ha decidido no callar lo que ocurre en el mundo poco conocido de la fumigación y uso de agrotóxicos en los campos de cultivos de Bolivia. Dice, por ejemplo, que hay agroquímicos chinos genéricos y letales que están entrando a Bolivia sin control, que los aviones de fumigación aérea no registran plan de vuelo, que ninguna autoridad del Estado fiscaliza la letalidad de las aplicaciones en el campo. Se compromete a gestionar reuniones con el sector productivo para evitar que vuelva a registrarse la muerte masiva de abejas como ocurrió en Santa Cruz el 27 de mayo.

15 de julio de 2021

roberto-navia

Roberto Navia Gabriel

Periodista

Después de que leyó el reportaje El veneno cayó del cielo, de Revista Nómadas, que narra sobre la muerte masiva de abejas en la zona de Río Grande, de Santa Cruz, Bolivia, ocurrida el 27 de mayo, me escribió un hombre por el chat del Facebook para presentarse y emitir un mensaje que —me diría después— tenía atorado en su pecho.

Me dijo que su nombre era Hebart Vargas Canahan, que era piloto aeroaplicador de agroquímicos y propietario de una empresa de aviación agrícola. También me hizo saber que estaba consternado por el reportaje que publiqué, que llamó a una reflexión a los socios de la Asociación Nacional de Empresas de Fumigación Aérea (Andefa), de la cual él es su presidente.

Me contó que, antes de comunicarse conmigo, les había escrito por WhatsApp a los miembros afiliados de Andefa: “Lo que les pasó a los apicultores es una historia dramática, eso es un biocidio y un ecocidio…”.

Los agricultores ponen el veneno y nosotros lo aplicamos sin saber el grado de letalidad

Pero no les dijo solo eso. Según me expresó, les pidió que tomen conciencia, que no se repita nunca más esta tenebrosa historia, que no pueda más la ambición de facturar que la necesidad de preservar (el medioambiente) y que el derecho a la vida de todas las especies. Les advirtió que “si alguno de nosotros repite este biocidio, los condenados a desaparecer seremos nosotros como aviación agrícola”.

Le respondí con una propuesta: “Quiero entrevistarlo”.

Hebart Vargas dijo que sí.

Ésta es la entrevista:

– ¿Cómo funciona el servicio de aplicación aérea de agroquímicos que ofrece usted y los otros miembros de Asociación Nacional de Empresas de Fumigación Aérea?

– Partiré por casa, la empresa mía tiene su base de operaciones en las tierras bajas del Este, concretamente, se encuentra a 17 km de la población Pozo del Tigre (Santa Cruz, Bolivia). Está en un área de cultivo extensivo. hace 30 años que comenzó la actividad agroindustrial por allá y nosotros, como empresa, llevamos 25 años en el mercado. No ha crecido el trabajo como empresa. Por el contrario, estamos muy mal. Los últimos cuatro años ha azotado una sequía severa. No hay un desarrollo en las plantaciones de los cultivos y los agricultores están pasando por momentos difíciles, tienen deudas enormes con la banca. De hecho, muchas empresas tienen a la venta sus aviones porque no son rentables en estos momentos. Las aplicaciones de agroquímicos, en su mayor parte, se están haciendo por vía terrestre, porque es algo más económico.

– ¿Qué diferencias, además de las económicas, hay entre la fumigación terrestres y la aérea?

– Si entramos a las consideraciones y diferencias entre la fumigación terrestre y aérea, puedo decir que son las siguientes: en el servicio aéreo, cuando entramos a aplicar los defensivos químicos sobre los cultivos, no tumbamos ninguna sola hoja de la arquitectura de la planta, no compactamos el suelo con llantas pesadas de los equipos terrestres. No trasladamos enfermedades de un lote a otro en las llantas. Tenemos un servicio limpio, eficiente, que respeta la arquitectura de la planta.

A todo el tema de respetar la vida de las especies y ser conscientes de qué producto estamos aplicando, para esto, yo veo un problema de orden estructural, la Asociación de Proveedores de Insumos Agropecuarios (APIA), tendría que ejercer na mayor y mejor elección a la hora de importar los productos.

Hay agroquímicos chinos genéricos y letales que están entrando a Bolivia. Es más, a estos productos chinos, algunos le ponen la etiqueta de las fábricas que tienen registro internacional y los venden a buen precio como si fueran originales

– ¿A qué se refiere?

– Recuerdo que hace 20 años, cuando estaba por aeroaplicar en una propiedad de un agricultor brasilero, gratamente me sorprendió que me dijo: “Capitán, éste es un producto muy caro, tenga mucho cuidado porque hemos alquilado colmenas de abejas y las tenemos en los cultivos. Este producto es inofensivo para ellas, no es letal para las abejas, pero su precio es el doble de caro que otros productos. Por eso le pido que tenga cuidado en la aplicación”.

Esto me generó tal emoción de ver que hay agricultores conscientes, que sí los hay, como hay de los otros que no les importa más que facturar. Igual en el rubro nuestro de servicio de aviación agrícola. Pero el grueso de nuestros asociados son gente muy consciente de lo que hace. Cuando yo me enteré de este ecocidio y biocidio (se refiere a la mortandad de millones de abejas ocurrida el 27 de mayo) cometido en la zona de Río Grande, hice una publicación en el grupo de WhatsApp de la Asociación Nacional de Empresas de Fumigación Aérea (Andefa), dando a conocer tu reportaje y sonando la campana, dando una alerta, preguntando: ¿Qué está pasando?, ¿cuán responsables somos en esto?

Voy a resumir el sentir de los asociados de Andefa, con el comentario de uno de ellos: “Me parece que se puede llegar a la coordinación entre partes, para poder trabajar en paz. Las palabras del apicultor (que denunció la mortandad de sus abejas) suenan muy coherentes, y me parece que tiene solución el tema. El peor error sería desentenderse”.

Ésta es una posición consciente, que pinta la preocupación y la solidaridad de nosotros. Ese ese el sentir del grueso de nuestros afiliados. Están los desubicados, que de ellos no me ocupo, porque es perder el tiempo. Como Andefa, tenemos 33 aviones registrados, hay seis que no están afiliados y que prestan servicio en Chapare, al servicio de fumigación a los bananeros.

En total, calculo hay 12 aviones no agrupados a Andefa. Hay algunas firmas certificadas por la autoridad aeronáutica y otras son empresas piratas. Yo calculo en total unas 55 avionetas agrícolas en el departamento y las seis de Chapare.

El piloto, desde el interior de una de sus avionetas. Autoretrato

PERFIL

Entre la tierra y el cielo

Hebart Vargas Canahan nació el 1 de mayo de 1954, en Santa Ana de Yacuma, departamento de Beni, Bolivia. Vivió en La Paz desde los nueve años. Es de profesión piloto comercial, de (TLA) Transporte de Línea Aérea, aeroaplicador de agroquímicos y propietario de Saviacruz Aviación Agrícola que lleva 25 años en el mercado.

Herbart Vargas es presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Fumigación Aérea, (Andefa). Se considera humanista y librepensador.

Su trayectoria en el mundo de la aviación está marcada por los siguientes eventos que lo ha registrado en su bitácora de viajes y de recuerdos:

1974: egresó como piloto de la escuela Oasis del aire, en la ciudad de Trinidad-Beni.

1975-1980: fue tripulante de aviones de carga (carniceros), transportando carne desde el departamento Beni hasta la ciudad de La Paz, volando aviones de la Segunda Guerra Mundial como el Curtís comando C-46.

1980-1982: estuvo exiliado en México por la primera narcodictadura militar de Luis García Mesa.

1984: fue piloto de aviones ejecutivos en Santa Cruz.

1992: realizó el curso de especialización para piloto agrícola en la escuela Aerocentro en El Tolima, República de Colombia.

1996: fundó su empresa Saviacruz, de fumigación agrícola.

 – ¿Ustedes, como fumigadores aéreos, saben lo que van a aplicar al campo de cultivo?

– Voy a partir de dos ejemplos: en EEUU, el piloto agrícola es el que formula el agroquímico, la cantidad y la dosificación a ocupar. En Argentina, la empresa que presta el servicio de agroaplicación tiene a su ingeniero agrónomo, que es el que hace el pedido del producto y lo pone en los tanques de la avioneta. Sin embargo, en Bolivia, nosotros, como empresa de fumigación aérea, no tenemos injerencia en el agroquímico. Tenemos conocimiento del producto una vez que elaboramos la orden de trabajo. Ahí, en esa orden, se especifica la cantidad del agroquímico, el nombre del producto y la dosificación. Esa es una gran diferencia entre lo que pasa en Bolivia y Estados Unidos y Argentina.

Yo sugerí a los asociados de Andefa, que gestionemos, que busquemos una reunión con APIA (los importadores de agroquímicos) y los apicultores para tomar una decisión: APIA debe comprometerse a no importar estos productos que son letales, no solo para las abejas, sino también para otros insectos. Al no importar APIA estos productos altamente tóxicos, letales, nosotros (las empresas aerofumigadoras) nos comprometemos a ser minuciosos en cuanto a la descripción del producto que vayamos a aplicar, y a negarnos a aplicar si estos son tóxicos, son nocivos contra las abejas y el ecosistema.

Éste es un trabajo que tenemos que hacerlo en equipo, porque es un tema estructural. No hay una fiscalización, una política de Estado que determine qué productos son prohibidos en el Primer Mundo y que esos productos se prohíban, a su vez, en Bolivia. No existe. Es más, te digo algo con absoluta certeza: Hay productos chinos genéricos y letales que están entrando a Bolivia y que son cinco veces más baratos que los otros. Es más, a estos productos chinos, algunos de los importadores le ponen la etiqueta de las fábricas que tienen registro internacional y los venden a buen precio como si fueran originales.

– Si los importadores ingresan productos letales a Bolivia, es porque existen agropecuarios que los demandan.

Sin duda, los agropecuarios deben participar también en la reunión con los importadores de agroquímicos y los apicultores. Este es un problema de todos, tenemos que participar los que estamos inmersos en esta actividad: los importadores de los químicos, nosotros como prestadores de servicios de fumigación aérea y los apicultores y los agricultores, porque si no hay demanda nadie va a importar esos productos. Deben participar también todos los que estén comprometidos en la preservación del ecosistema.

– Ustedes, los pilotos de fumigación aérea, ¿pueden negarse a no fumigar productos de alta toxicidad?

– Es imposible contestar esa pregunta de manera general. No puedo saber qué piensan hacer los demás, aunque supongo qué decisión pueden tomar. Yo, personalmente, me he opuesto, en varias oportunidades, a químicos que están prohibidos. Y he perdido al cliente de por vida. Llamó a otra empresa y no me ocupó nunca más. Por ahí pasa. Hay gente que lo va a hacer, que no tiene el mínimo de conciencia para ello, el lema es facturar, no tienen idea de la responsabilidad que ello implica.

Su flota de avionetas con la que ofrece el servicio de fumigación aérea.

Foto-dron: Jorge Elías Helguero Zaiduni

– ¿Qué tipo de químico era cuando usted se negó?

– En una oportunidad, fue en las tierras del Este de Santa Cruz. Yo, que venía de haber hecho un curso en Colombia, leí la etiqueta del agroquímico y me di cuenta que tenía un agente químico que era letal. Le dije al dueño que ese producto que quería que yo aplique estaba prohibido en varios países, que yo no podía realizar la fumigación porque iba a acabar con toda la fauna, con animales de sangre caliente, con insectos…

Me negué, le dije que cambie de producto, que si quería yo podía quedarme a dormir ahí mientras él mandaba a comprar otro agroquímico. No quiso. Agarré mi avión y me fui.

– A nivel de asociación, ¿tienen esta misma posición de negarse?

– Lamentablemente no hay nada al respecto, pero a partir de este tu reportaje: El veneno cayó del cielo —que ha generado una inquietud enorme en todos— vamos a tomarlo el tema con mayor responsabilidad, y vamos a convocar a una reunión para tratar de generar un derrotero más benéfico, menos tóxico, de adoptar el compromiso de no aplicar productos que sean altamente tóxicos para la fauna, para el ecosistema en su conjunto.

Sin duda, no le quepa la menor duda de que si nos negamos en aplicar un agrotóxico letal, nos quedaremos sin trabajo, nos cambian por los fumigadores terrestres. Por eso le decía, éste es un problema estructura serio. Todos tenemos que participar en buscar soluciones

– ¿Hay riesgos de que si hacen eso ustedes se queden sin trabajo?

– Sin duda, no le quepa la menor duda de que si nos negamos en aplicar un agrotóxico letal, nos quedaremos sin trabajo, nos cambian por los fumigadores terrestres. Por eso le decía, éste es un problema estructural serio. Todos tenemos que participar en buscar soluciones.

– ¿Cuál es el modus operandi en que trabajan, desde el momento en que se compra el veneno?, ¿cómo llega el agroquímico al campo de cultivo y a los tanques de la avioneta fumigadora?

– El agricultor compra el producto, hay diferentes casas importadoras de químicos. Lo compra a sugerencia de su ingeniero agrónomo o promotores de las casas comerciales. Después, el agricultor pone el veneno al embudo mezclador de químico, en el campo. Nosotros no tenemos ninguna idea de cuáles fueron los parámetros para decidirse por uno u otro producto. Los agricultores nos ponen el veneno y nosotros lo aplicamos. Hace un momento dije que nosotros nos enteramos del producto y la cantidad que ha dosificado el agricultor, en el momento de firmar la nota de servicio.

– Eso, ¿cuántos minutos antes de empezar a fumigar, ocurre?

– No, eso ocurre después de terminar el trabajo de fumigación, Al hacer firmar la nota nos enteramos qué producto es el que hemos aplicado. Pero ahora, a partir de esta experiencia de la muerte masiva de abejas en Río Grande, nos damos cuenta que es bueno, es importantísimo, que estemos informados previo al vuelo, qué es lo que vamos a echar y qué alcance en grado de toxicidad tiene el producto.

– Hubo alguna vez que, cuando usted terminó de fumigar, al enterarse recién del químico que derramó sobre el campo de cultivo, lamentó y dijo: ¿Cómo no supe antes cuál era el veneno?

– A ver, afortunadamente no tengo esa experiencia, salvo amargos episodios de haber aplicado un glifosato —que es un secante— a un cultivo y que éste derive a otro cultivo y le produzca una desecación, es decir, maté a la planta. Es importantísimo saber qué producto se está por aplicar, para no afectar a terceros. Así como no tenemos que afectar a los cultivos vecinos, tendríamos que tener la misma conciencia para no afectar la vida de las especies.

– ¿Quién es el que hace la dosificación de los químicos para depositar en los tanques de la avioneta?

– El ingeniero agrónomo que es empleado del agricultor.

Herbart, en su escritorio, custodiado por una hélice y fotografías familiares.

Foto: Zahira Vargas

– En esta cadena de proceso, desde la compra hasta el momento de la fumigación, ¿controla alguien del Estado?

– Nunca, ningún control. Nunca he visto a ningún inspector de ninguna institución del Estado. De hecho, no existe.

– Los apicultores dicen que fue una avioneta la que esparció el veneno sobre un campo de cultivo de la zona de Río Grande y que eso provocó la muerte de abejas y el fin de cientos de colmenas. Usted coincide con ello, ¿qué cree que fue lo que pasó?

– A ver, es bastante difícil llegar a una conclusión certera, veraz. Lamentablemente en Bolivia no tenemos laboratorios que pudieran hacer un trabajo de análisis y llegar a un informe determinante. Tendría que haberse mandado, lo más antes posible, a laboratorios del exterior para tener una versión real. Obviamente que, si ha volado una avioneta agrícola aplicando por ahí, y posteriormente se da este desenlace dramático con la muerte de las abejas, hay pues enormes posibilidades que el envenenamiento de las abejas haya sido por causa de la fumigación aérea. Pero es muy difícil llegar a una conclusión certera si no tenemos un resultado de laboratorio que determine cuál es la causa del deceso de las abejas.

Absolutamente nadie los registra. Los aviones de fumigación aérea tienen su base de operación en el campo, no registran plan de vuelo, no son controladas por nadie, trabajan en un área específica del agricultor sin ningún control de monitoreo

– Los apicultores sostienen que pudo haber sido el Fipronil el que haya matado a las abejas. No olvidemos que se trata de un agrotóxico prohibido en Europa por ser letal para las abejas. ¿Usted cree que pudo haber sido Fipronil?

– La verdad es que hay que comenzar a hacer una investigación para saber qué agricultores utilizaron el servicio de fumigación área ese día, el 27 de mayo, o días antes de esa fecha. Hay que comenzar por ahí. Es más, no sé qué avión fue, no se tiene esa información.

– ¿Fumigan en Santa Cruz con Fipronil?

– Yo, particularmente, no recuerdo haber aplicado Fipronil. El trabajo nuestro por esa zona es básicamente la fumigación sobre campos de soya. No hay trigo en mi área, no hay maíz, muy poco maíz.

– ¿Para qué cultivos usan el Fipronil?

– No sé si lo utilizan para trigo, porque no damos servicios a esos cultivos por las características el área que es excelente para la soya. Sí sé que más apegado al Río Grande, en el norte, hay áreas extensas tanto de trigo como de maíz.

– El uso del Fipronil estaba vetado hasta la peste de las langostas que atacó Bolivia el 2017, después de aquello, ¿se cerró el permiso para aplicarlo?

– No tengo certeza, no tengo información.

– ¿Dónde se registran los vuelos de las empresas de fumigación aérea?

– Absolutamente nadie los registra. Los aviones de fumigación aérea tienen su base de operación en el campo, no registran plan de vuelo, no son controladas por nadie, trabajan en un área específica del agricultor sin ningún control de monitoreo. La única forma de saber quién operó por tal lugar, sería por vía satelital, y no hay ese control en Bolivia.

Con su uniforme de piloto. Herbart anticipó que se gestionará reuniones con los sectores productivos para que no se repita la muerte masiva de las abejas.

Foto: Zahira Vargas

– ¿En Andefa tienen control de los vuelos? ¿saben qué afiliado voló en tal lugar, tal día?

– No, cada empresa tiene su área, aunque por dinámica comercial no se circunscribe al área donde tiene su base, sino, que busca cliente en todas las zonas de desarrollo agrícola. Es más, no hemos tenido una reunión como Andefa después de ese episodio triste de la muerte masiva de las abejas. Voy a convocar a una reunión para tocar este tema y buscar de alguna manera tomar medidas que vayan a evitar una próxima experiencia como la que nos tocó vivir.

– ¿Cómo se explica que no haya crecido la demanda del servicio de fumigación aérea, pese a que se ha incrementado la importación de agroquímicos en más del 400% en los últimos 20 años?

– La explicación es que gran parte se fumiga por tierra. Es innegable que nosotros, como sector, estamos bastante golpeados en término de producción de trabajo. El 85 por ciento de las aplicaciones se las hace por tierra y más del 99 por ciento de los agricultores tienen sus pulverizadoras propias.

– ¿El veneno tiene el mismo efecto si se aplica por tierra que por avión?

– Se ha demostrado en estudios serios, hechos en el Brasil, Argentina, Europa, que el avión contamina mucho menos que los equipos terrestres. ¿Por qué? Por los volúmenes de agua. Nosotros aplicamos bajo volumen. Estamos trabajando con 5 a 10 litros de agua por hectárea. Las aplicaciones terrestres, utilizan entre 30 y 50 litros. Entonces, hay más caudal. Nosotros, eso sí, estamos limitados de alguna manera por el viento. Cuando hay mucho viento, por las limitaciones del fabricante del avión, y por conciencia, no podemos volar, porque se genera una deriva enorme del veneno. Desde el momento en que uno abre la válvula para que fluya el defensivo químico, si hay mucho viento va a derivar a gran distancia y si hay una inversión térmica —que consiste en un contraste de temperatura entre la superficie y la masa de aire— las partículas del veneno quedan flotando en el aire y, posteriormente, el viento las emigra a otros cultivos que resultan ser víctimas de esas partículas que estaban en suspensión.

– ¿Cuántos litros de compuesto carga una avioneta?

– Carga 500 litros. La producción de ese avión va a ser de 110 hectáreas por hora. Ese es el promedio.

– Antes de empezar con la fumigación, ¿les informan que cerca de los cultivos hay producción apícola?

– Nunca. Nunca. A mí no se me ha informado, en los 25 años que tengo en el mercado, que en la zona había cajas de abejas, jamás. Pero habría que buscar los mecanismos para que los mismos apicultores desarrollen una información de cara al agricultor y éste proporcione la información tanto al aplicador terrestre como aéreo.

– ¿Qué protocolo manejan para no afectar a cultivos vecinos y a zonas urbanas?

– Precisamente tenemos mucho cuidado con el viento. Somos muy cuidadosos, en ese sentido.

– ¿Cómo serán recibidas en su institución, sus opiniones que está emitiendo en esta entrevista?, ¿No habrá quienes no estén de acuerdo?

– Como en todo lado. Por eso somos individuos irrepetibles y únicos. Afortunadamente la gente buena es la mayoría y eso da esperanza. Vamos a hacer la reunión en base a esta experiencia de la muerte de las abejas. Vamos a establecer contacto con APIA, sería bueno un acercamiento con Anapo (institución que aglutina a los productores de oleaginosas), con todas las entidades que se dedican a la producción agrícola.

– ¿Qué le puede decir a los agricultores?, ¿Qué análisis puede hacer sobre el modelo de desarrollo cruceño?

– Yo creo que el agricultor tiene que pensar necesariamente más allá de la ambición sana de producir, tiene que pensar en sus hijos y en sus nietos. Simplemente eso. Yo creo que lo más sensible para nosotros son nuestros hijos. Pensemos en las próximas generaciones. A los agricultores les pido que la ambición no termine acabando este planeta.

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Hermes Justiniano retrata todos los rostros de la naturaleza, y lo que va quedando de ella. Lo hace para cuidarla, para defenderla, para exigirle a los humanos que ya no destruyan el mundo. Desde las alturas también testifica las maravillas que aún tiene Bolivia, incluyendo la deforestación que avanza como una gangrena. Fotógrafo, aviador, constructor de instituciones medioambientales. Viajero eterno. Ésta es su historia:

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