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CASA VERDE

“Perder sabanas, pastizales o matorrales es tan nefasto como perder bosques”

Juan Carlos Catari

Master en Biodiversidad

El biólogo y su entorno. Una vista panorámica a su espalda.

6 de julio de 2021

Juan Carlos Catari, master en Biodiversidad, nos mete en la piel de los animales que sufren —invisibles y silenciosos— los efectos de la deforestación: “Cuando la oruga baja su pala y la introduce en el suelo, en ese accionar comienza a descuartizar toda la fauna subterránea de reptiles y anfibios, se suele ver culebras cortadas a la mitad, cutuchis aplastados, lagartijas sin colas o cabezas y algunos roedores destrozados”.

Nómadas

– ¿Cuáles son los efectos de la deforestación en la biología? ¿Qué riesgos conlleva la deforestación a la salud de los seres humanos?

Podríamos iniciar hablando de deforestación, bajo el concepto de que se refiere a una pérdida de un tipo de cobertura boscosa, es decir, la pérdida del bosque, de la selva o el monte, de sitios donde los arboles abundan y dominan el terreno; sin embargo, en nuestro país y el mundo, no solo se pierden coberturas boscosas, sino también se pierden coberturas tipo sabanas y matorrales naturales, como es el caso de las Pampas de ViruViru, Urubo, Lomas de Arena, o las Pampas de los Fierros en el Parque Noel Kempff Mercado o los matorrales del Abayoy, que se quemaron el año 2019 en el Área Protegida Nembiguasu. Para ese tipo de pérdida de cobertura no existe una palabra en la jerga científica que la identifique como tal, no hay la palabra “des-savanizacion o des-matorralizacion”.
En nuestro medio hablar de “deforestación siempre tendrá connotaciones negativas en nuestra sociedad, o generará un sentimiento de “que se trata de algo malo” en muchas personas. Las autoridades de este y los demás gobiernos conocen de este hecho, y por ello, cuando se queman o se pierden áreas naturales que son sabanas o matorrales, minimizan el hecho y los problemas, diciendo en comunicados oficiales y de prensa que “Se quemaron solo pastizales” haciendo alusión a que no se perdieron árboles, sino, hierbas y pastos, como si estos no tuvieran el mismo valor en términos de biodiversidad, conservación y/o económico-cultural. En un país como Bolivia, donde las sabanas y matorrales naturales son tan extensas como los mismos bosques, se debe asumir que perder sabanas, pastizales o matorrales es tan nefasto como perder bosques. Gran parte del Pantanal boliviano, la Chiquitanía, el Beni y parte del Chaco son Sabanas y Matorrales naturales.

En términos de salud, recordemos que existen varias enfermedades asociadas a la deforestación, tal es el caso del virus Machupo, el anta virus y otros e incluso enfermedades comunes en nuestro país como el Chagas.

Específicamente hablando de los efectos de la deforestación, estos son tan variados que podríamos agrupar en efectos sobre la economía, la salud, la sociedad y su cultura y efectos sobre la ecología y el clima. En términos de salud, recordemos que existen varias enfermedades asociadas a la deforestación, tal es el caso del virus Machupo, el anta virus y otros e incluso enfermedades comunes en nuestro país como el Chagas. La deforestación, a distintas escalas, cambia los ciclos naturales y el comportamiento de muchos vectores de estas enfermedades, y esto, a su vez, propicia un contacto más cercano con los humanos en dichas áreas, haciéndolos susceptibles de contagiarse de ellas. En lo económico, perdemos capital natural que las comunidades pueden traducir en dinero, como ser madera bajo un manejo sostenible, recolección de frutos y semillas, pérdida de poblaciones de plantas medicinales y alimenticias, por citar unos ejemplos. Incluso en algunas regiones del país, la deforestación no planificada puede afectar los bosques donde ramonea el ganado vacuno. Otro aspecto negativo de la deforestación sobre la economía, son las inundaciones en los cultivos, ya que no se respetan las áreas sensibles de las cuencas hidrográficas y se deforesta los bosques y matorrales ribereños en distintas partes de la cuenca, y por ende se producen inundaciones, como las ocurridas en Rio Grande, donde su cuenca baja prácticamente no tiene manejo y los cultivos están al borde del rio. Demás está decir que la deforestación desmedida y sin planificación, es como pegarse un tiro en el pie para los agricultores y ganaderos.

– ¿Cómo afecta la deforestación a la biodiversidad? ¿Cuánta o qué porcentaje de la vida del planeta habita en los bosques?

El mayor impacto es la pérdida de biodiversidad. Lo que relataré es el impacto que se ve tan solo en una línea de desmonte de 2 km por 16 metros de ancho en un bosque chaqueño.

La primera ola de impactos inicia desde que suenan los motores de los tractores y demás maquinaria pesada, se genera un ruido que aleja a las aves, mamíferos, reptiles, todos se alejan de la zona o huyen a sus madrigueras a resguardarse. Irónicamente, muchas madrigueras están en los mismos árboles que caerán más adelante. Al bajar las palas las orugas, lo primero que hace es tumbar los primeros arboles con nidos y madrigueras de cientos de aves y mamíferos, y luego los acordona en los alrededores. Este impacto supone la destrucción total del ecosistema terrestre.

La segunda ola de impacto comienza cuando las orugas bajan sus palas y las introducen en el suelo unos 10 centímetros o más y comienza a raspar el suelo, en este accionar comienza a descuartizar toda la fauna subterránea de reptiles y anfibios, se suele ver culebras cortadas a la mitad, cutuchis aplastados, lagartijas sin colas o cabezas y algunos roedores destrozados. En este tramo se observó 10 reptiles cortados a la mitad. Si bien los insectos pueden ser los animales más abundantes, existen grupos que son gregarios como las abejas y son necesarias para mantener una red de polinizadores en el campo. En esta línea de 2 km se registró la caída de al menos tres colmenas de abejas grandes y visibles, ¿se imaginan lo que se cuantificaría si buscamos en todos los arboles caídos?

La tercera ola de impactos se da con el asentamiento de las personas desde el inicio de la deforestación. Las personas que llegan a la zona, no se quedan uno o dos días, se quedan semanas deforestando y por lo general solo llevan carne para unos días, el resto de los días comienzan a cazar, ya sea por necesidad o por gusto. Además, no solo hay cacería para consumo, también cazan para evitar ser atacados por los animales o simplemente por miedo. Es así que cazan felinos o cualquier animal que les cause miedo en las noches.

La cuarta ola de impactos comienza cuando se tiene que chaquear todo lo acordonado, es decir, a las semanas del inicio de la deforestación, cuando las ramas y hojas ya están secas, los colonos, empresarios etc. comienzan a quemar todo lo caído. Y ahí es donde se desata otra tandada de pérdida de flora y fauna.

Otro aspecto negativo de la deforestación sobre la economía, son las inundaciones en los cultivos, ya que no se respetan las áreas sensibles de las cuencas hidrográficas.

La quinta ola de impacto ya son los asentamientos permanentes o semipermanentes, ya que se usan agroquímicos, muchos de ellos no regulados para los cultivos y la cacería no controlada por parte de los recién llegados. Ahora, todo lo relatado sucede en poco más de 3,2 Hectáreas. Multipliquemos todo esto por las miles de hectáreas que se desmontan en Bolivia. Si esto sucede en un Bosque Xérico (seco o árido) como el Chaco, imagínate como seria en bosques húmedos amazónicos o chiquitanos, donde hay mayor diversidad de fauna y flora.

Un bosque Chiquitano como el del Jardín botánico que ya tiene cierto grado de alteración por distintos usos humanos a lo largo de su historia, tiene alrededor de 500 árboles y arbustos pertenecientes a 30 especies por hectárea (Uslar et al, 2004). Si lo comparamos con áreas naturales sin mucha intervención humana como la zona del Parque Nacional Noel Kempff Mercado, los datos se triplican. En esta zona, una hectárea de bosque amazónico tiene 597 árboles de 134 especies y un bosque seco se tiene alrededor de 516 individuos de árboles y arbustos pertenecientes a 92 especies. (Araujo et. al 2006). Entonces, nuevamente solo debemos multiplicar estos datos por el número de hectáreas desmontadas o deforestadas.

Y hay que considerar que no estamos contando a las hierbas, arbustos menores, lianas y epifitas de los árboles. Cada árbol puede llegar a tener cuatro o cinco especies de epifitas sobre sus ramas, principalmente orquídeas, cactus, bromelias y Araceas (anturios). En síntesis, el número de pérdida es bastante alto por cada hectárea de bosque que se pierde.

Con los frutos que le regala la naturaleza.

PERFIL

Por los caminos de la academia y el medioambiente

Juan Carlos Catari Choque es un cruceño que trabaja evaluando y describiendo la vegetación estacional de Bolivia. Tiene una licenciatura en Ciencias Biológicas, una Maestría en Biodiversidad de Áreas Tropicales (Ecuador-España) y actualmente está cursando su segundo año de Doctorado en Recursos Naturales en la Universidad de Ciencias de la Vida (Praga-Republica Checa).

Trabaja realizando inventarios y mapeo de la vegetación de Bolivia desde el año 2002, en evaluación de impacto ambiental en el rubro de hidrocarburos y energía. Ha participado en estudios de evaluación de impacto ambiental para varias empresas.

Ha sido investigador asociado al Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado (Uagrm) por más de 12 años. Es docente invitado de la Universidad Autónoma Gabriel Rene Moreno en la carrera de Ciencias Ambientales, ha sido profesor invitado para el Postgrado de la misma universidad y la Católica Boliviana de Cochabamba.

Tiene experiencia en capacitación a comunidades indígenas. En sus últimos trabajos ha fungido como fiscal de Biodiversidad en proyectos de construcción de caminos, planchadas de pozos petroleros y ductos en el sector de hidrocarburos, siendo responsable del asesoramiento y la fiscalización en las actividades de evaluación de biodiversidad, rescate y monitoreo de flora y fauna en peligro.

Los últimos años ha trabajado en temas de restauración ambiental (evaluación de campo). Tiene varios artículos científicos publicados junto a investigadores nacionales e internacionales. Ha participado en la escritura de capítulos de varios libros en la temática de Ecología y Difusión científica. Tiene conocimiento probado de campo de distintos tipos de vegetación de Bolivia y maneja las herramientas técnicas necesarias para llevar a cabo tareas de inventariarían y mapeo de vegetación, así como análisis de distribución de biodiversidad, evaluación de impactos, diseño de muestreo de campo y trabajos de rescate y monitoreo de biodiversidad.

– ¿Cómo afecta la deforestación en el suelo, en el aire y en las fuentes de agua?

Bueno, la misma pérdida de capa vegetal en el suelo ya supone una alteración a los ciclos biogeoquímicos del suelo, y la incorporación de cenizas de los chaqueos y los insumos agrícolas son impactos que no son medidos ni mitigados por casi nadie y muchos menos son fiscalizados por parte del Ministerio de Medio Ambiente ni las autoridades departamentales.

Recordemos que cada hectárea de bosque amazónico contiene alrededor de 150 tonelada por hectárea (tn/Ha) de carbono, y el Bosque Seco alrededor de 125 tn/Ha, eso nos da una pauta de lo que perdemos en relación a estos aspectos de almacenamiento de carbono. (Araujo et al 2006). No se tienen datos sobre cómo afectan a la hidrología de un lugar, se debe mencionar que la cobertura boscosa influye sobre los caudales de los ríos y arroyos y sobre las aguas subterráneas. La pérdida de cobertura vegetal altera esos flujos y afecta su calidad. Muchos cuerpos de agua pueden saturarse de solidos disueltos en poco tiempo y con cenizas si es que hay chaqueos en la zona.

La primera ola de impactos inicia desde que suenan los motores de los tractores y demás maquinaria pesada, se genera un ruido que aleja a las aves, mamíferos, reptiles, todos se alejan de la zona o huyen a sus madrigueras a resguardarse.

– En el caso particular de la deforestación en la Chiquitanía, ¿qué consecuencias va a tener en la zona como en el departamento y la ciudad de Santa Cruz?

Todos pensamos que la Chiquitanía está lejos, al Este del departamento. Sin embargo, en termino ecológicos, Santa Cruz de la Sierra es parte de la Chiquitanía. La Chiquitanía es una región que se origina cerca de la frontera con Brasil, y se extiende hasta las serranías de Parabanó y Abapó.

Actualmente, la deforestación de Tierras Bajas del Este ha dividido a la Chiquitanía en dos partes. 1): La Chiquitania del Este y 2): la Chiquitania del Oeste. La ciudad de Santa Cruz de la Sierra fue fundada sobre un complejo de pampas y montes de suelo arenoso, es decir, de bosques Chiquitanos de arenales, y pampas de origen Chaqueño y Chiquitano.

Uno de los primeros problemas es la fragmentación de hábitat, existe un gran “hueco” en la Chiquitania que es la ciudad y las Tierras Bajas del Este. Este hueco funciona a manera de barrera que evita que la fauna use su área tradicional de dispersión. En las próximas décadas la fauna irá migrando hacia áreas donde no sea cazada y tenga recursos para sobrevivir, es por eso que las Áreas Protegidas son importantes para todos. Respecto a la ciudad de Santa Cruz, por el momento tenemos dos grandes problemas con la deforestación. 1): La afectación a las aguas subterráneas de donde toma sus aguas la ciudad. Es decir, la deforestación y dessavanizacion de las pampas del Urubó. 2): La pérdida de paisajes naturales producto de las urbanizaciones que se están implementando en toda la ciudad.

Ambas actividades producen una serie de efectos sobre la fauna y flora, desde atropellamientos, envenenamiento de fauna, pérdida de arroyos, pérdida de especies endémicas etc. etc. Y lo más triste aun de toda esta situación, es que no se tienen responsables, ya que las distintas autoridades ambientales dan las licencias ambientales que en muchos casos tienen líneas bases tipo Copy-Paste de libros, obviando que la ley pide una diagnóstico y medidas de mitigación actuales, usar solo bibliografía para realizar los estudios de impacto ambiental es equivalente a que usted vaya al médico a que le hagan un examen preucupacional y usted lleve exámenes de hace 10 años o de algún pariente, solo porque es cercano a usted. La ley pide que se haga un diagnostico actual del área sujeta a intervención, y eso pocas veces se realiza de manera formal y bajo el rigor técnico necesario.

Gran parte del problema de la pérdida de biodiversidad sucede por un mal manejo de términos, las autoridades del municipio, de la Gobernación y del Gobierno central, han hecho ver que todo lo que no sea bosque sea considerado como algo sin valor, es decir, al denominarlas como “áreas antrópicas” las estigmatiza como si no valieran absolutamente nada, sin considerar que un ecosistema es una entidad dinámica con distintas etapas de crecimiento y que varían según el tipo de vegetación. A los ojos de cualquier autoridad y muchos técnicos ambientales, un barbecho del Jardín Botánico o los pastizales del Urubo o el barbecho ribereño de un arroyo, pueden ser algo sin valor, por el solo hecho de haber sufrido algún impacto. Eso es equivalente a que desahuciemos a una persona solo por haber sufrido quemaduras o haber perdido algún miembro, o haber estado enfermo o accidentado, así de mal estamos con las autoridades y los técnicos ambientales. Un bosque, cuando es impactado, se retrae en término ecológicos, pero su misma dinámica hace que vuelva a crecer y recuperarse en poco tiempo.

La cuarta ola de impactos comienza cuando se tiene que chaquear todo lo acordonado, es decir, a las semanas del inicio de la deforestación, cuando las ramas y hojas ya están secas, los colonos, empresarios etc. comienzan a quemar todo lo caído. Y ahí es donde se desata otra tandada de pérdida de flora y fauna.

En algunas ocasiones he tenido discusiones con los coordinadores de proyectos, para cambiar los términos. Por ejemplo, no aceptan que un matorral que está al lado de un rio o arroyo sea llamado Matorral o Bosque Ribereño, solo porque podría causarles algunos inconvenientes con las autoridades. La ética es algo que también puede perderse cuando hay problemas de “deforestación”.

En otro ámbito, el problema de la deforestación es un hecho donde nunca hay culpables ni responsables, hasta el momento no hay ni una sola persona o empresa, comunidad o sindicato que haya sido hecha responsable por las autoridades y que estos hayan resarcido el daño hecho al medio ambiente. No conozco ningún cuerpo de agua, bosque, o pampa restaurado por los culpables de dicho daño. Y el problema se acrecienta cada día más, ya que en términos económicos el país necesita de recursos, y nuestra billetera vieja (hidrocarburos) ya está vacía, y la nueva billetera del Gobierno son el rubro agrícola y pecuario, y el problema no es que ellos sean la nueva fuente de ingreso, sino, el manejo que estos rubros dan al medio ambiente, ya que, al no estar regulados por la ley, no se tienen estudios de impacto ambiental para estos rubros. Algunos sectores como el de Hidrocarburos y Energía, en sus actividades incluyen Estudios de Impacto Ambientales para obtener sus licencias y también se tienen Monitoreos mensuales a sus medidas de mitigación y planes de restauración, se dan capacitaciones, se tienen fiscalización por parte del cliente hacia la empresa contratista, se tienen licencias para sustancias peligrosas y su manejo (combustibles y otros químicos), se capacita a todo su personal en temas de medio ambiente, seguridad y salud, algo que falta en muchos sectores económicos del país.

La falta de esta visión de trabajo, hace que la sociedad y el Estado no puedan tener control de las actividades económicas de muchos sectores y por ende no hay responsables de la pérdida de biodiversidad en el país. Porque no hay ningún documento que respalde esa responsabilidad, y menos aún lo hay para los colonos que invaden tierras fiscales y naturales. El día en que una comunidad, una empresa, sindicato u otra organización sea obligada a restaurar los bosques o pampas afectados por sus actividades, recién veremos un atisbo de manejo y conservación consciente por parte de las autoridades municipales, departamentales y nacionales.

Juan Carlos Catari (derecha), en pleno trabajo de campo.

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